Deconstrucción femenina en la era de la hiperexigencia digital
Durante las últimas décadas, las mujeres hemos hecho un enorme trabajo de deconstrucción: avanzamos en derechos, en libertades, en educación, en espacios de liderazgo. Hemos cuestionado mandatos, roles impuestos y hasta nos animamos a poner palabras a lo que antes estaba silenciado.
Sin embargo, hoy me encuentro —y lo veo en muchas de mis consultantes— con una paradoja: vivimos en una era en la que resulta casi imposible sostener una deconstrucción real.
¿Por qué? Porque los mismos mandatos que creíamos haber roto, vuelven una y otra vez con otra forma, mucho más sofisticada y omnipresente: las redes sociales.
Allí, todo se amplifica:
Más filtros que distorsionan la realidad.
Más tratamientos estéticos para parecernos a esos filtros.
El “cuerpo fit” como modelo único de bienestar.
El consumismo y las tendencias que cambian cada semana.
La alimentación convertida en un campo de batalla: ¿ayuno o no ayuno?, ¿superalimentos?, ¿suplementos?
La maternidad atravesada por comparaciones: crianza respetuosa, lactancia sí o no, mil tips y juicios cruzados.
Antes, esas presiones aparecían de manera aislada: una revista, un programa de televisión, una publicidad. Hoy, las tenemos en la mano 24/7, en un scroll infinito que no descansa.
Y esto no es inocuo.
Cada día acompaño a mujeres que cargan con síntomas de ansiedad, frustración y una sensación constante de que nada alcanza. Que no importa cuánto logren —un título, una pareja, hijos o no—, siempre parece haber algo más allá adelante, inalcanzable, que las hace sentir insuficientes.
Ese malestar no solo roba energía, también quita lo más valioso: la capacidad de conectar con lo que una realmente quiere, desea y necesita.
Y, sobre todo, nos quita la paciencia para habitar los procesos.
Porque sí: los procesos llevan tiempo.
Conocernos, entendernos, identificar recursos internos, crear hábitos, ver resultados en el cuerpo, en un negocio, en una relación… todo eso requiere paciencia, ensayo y error, retroalimentación y constancia.
Pero las redes sociales venden la idea de rapidez y magia:
La casa estética perfecta que parece haber aparecido de un día para otro.
El negocio millonario en tres pasos.
El cuerpo esculpido en un par de semanas.
Esa ideación mágica nos roba tolerancia al tiempo real. Y lo cierto es que todo lo verdaderamente transformador toma años, incluso una vida entera.
Por eso creo que necesitamos hablar más de acompañamiento, comunidad, sostén y procesos reales.
De honrar lo que ya construimos y de atrevernos a mirar lo que aún nos falta, sin la presión de la inmediatez ni de los parámetros imposibles.
Deconstruirnos, en esta era, no debería ser otra exigencia más. Debería ser una oportunidad para volver a elegirnos.